mércores, 19 de decembro de 2018

Miércoles reflexivos III

La Navidad es inminente, la huelo y está ahí, antes de mi próximo miércoles reflexivo. Me pregunto ¿cuántos perros se regalarán por Papá Noel en toda la península ibérica? De esos perros regalados ¿cuántos pasarán sus segundas Navidades en casa? No sé, será que soy una escéptica y tal vez demasiado práctica pero quizás deberíamos prohibir la venta de animales en estas fechas para evitar caprichos consumistas, ya habíamos dejado claro que las mascotas no son objetos sino seres vivos. Tengo que confesar que si por mí fuera, prohibiría la venta de animales en tiendas y perseguiría a la gente que se dedica a venderlos de forma clandestina en la red... Pero, vivimos en una democracia y si queremos cambiar las cosas hemos de seguir los cauces establecidos... Ojalá un día se castigue con contundencia el maltrato animal y se prohiba comerciar con mascotas.
Tenemos una nueva acogida en casa, se trata de una galguita preciosa y muy buena a la que llamamos Princesa Lena. No daré muchos datos pero diré que ha sufrido un caso como Torito, una familia caprichosa la ha devuelto después de 24h de adopción. Mejor no opino lo que pienso porque igual me tachan de radical y extremista, pero a este tipo de gente habría que enseñarles una buena lección para evitar que sigan haciendo tonterías.

Los miércoles reflexivos se han convertido en un clásico de este blog, me gusta decir abiertamente lo que pienso. Hoy os voy a contar que hace un par de días coicidimos en la palaya con varios galguitos de los que ya he hablado aquí (Koi, Poncho, Galia, Phoenix y la Princesa Lena) y también otras tres galguitas que no os he presentado todavía: Leda (amiga íntima de Lucky y Koi), Fibi y Frida. Jugaron como nunca, hasta Koi (la marmota) se animó a corretear por el lugar... Los que más corrieron fueron con diferencia Poncho y la princesa Lena y después durmieron a pierna suelta. Es maravilloso verlos tan felices después de sus muchas penurias.


domingo, 16 de decembro de 2018

Ai-Torito

Querido Torito,

nos llegan noticias desde Barcelona acerca de ti, por fin has encontrado una familia que te quiera. Espero que los dos intentos fallidos anteriores no te hayan hecho dudar ni un sólo momento que eres un perro excelente. Te queremos mucho y sentimos que no hayamos sido nosotras las que te diéramos esa oportunidad de darte un hogar definitivo, pero formamos parte de tu trampolín hacia la felicidad y eso nos hace sentirnos bien. Nos sentimos afortunadas de haberte conocido y de haber dejado que formes parte de nuestras vidas para siempre pues nos has marcado a fuego. Despedirnos de ti fue duro la primera vez, cuando viajaste a Logroño y la segunda no lo podrás imaginar nunca, se nos partió el corazón en pedacitos... Pero, ¿sabes?, fue la decisión más sabia.

Adoptar un perro es una gran responsabilidad y si lo que supone eso se convierte en un apuro es muy probable que llegues a arrepentirte. Con los seres vivos no hay lugar a equivocaciones, no deberían existir las adopciones fallidas... las familias que optan por incluír en sus vidas un perro (dos o tres, o los que san) tienen que pensárselo muy bien antes. Nosotras, por desgracia, no tenemos medios para tener de forma permanente tres perros en casa... y ojalá no fuese así porque hoy estarías a nuestro lado físicamente (emocionalmente lo estarás siempre). Sé que nos entiendes y que no nos guardas rencor por llevarte a Barcelona y despedirte allí con lágrimas en los ojos... los perros no guardan rencor. Allí te dejamos en manos de la familia Galgos 112 y nos volvimos a Galicia dudando si habíamos hecho bien. Hoy sé que sí.

Gracias por todos los momentos que nos regalaste con tu cara bonita, tu cariño y tu alegría. Se te da ta bien camelarte al personal con la técnica "gusanito" (ponerte panza arriba mientras avanzas por el sofá o la cama buscando el contacto humano). Gracias de verdad por habernos elegido como casa de acogida, cada vez tengo más claro que los perros nos escogen a nosotr@s y de ahí esas conexiones tan maravillosas que se establecen.

Hasta hace pocos días tenía miedo de que llegase la Navidad y no tuvieras una familia definitiva, pensé en escribir una carta a Santa Claus pidiéndote de nuevo para formar parte de nuestra familia, en la postdata hubiese puesto "si existe una familia que necesite un payasete bicolor, házselo llegar". Y así fue, había una familia que quería que formases parte de su vida y nosotras no queremos ser egoístas, tenemos suficiente amor perruno con Koi y Lucky... y esta situación nos pertime poder seguir ejerciendo de casa de acogida en caso de necesidad.

Dicen que a la tercera va la vencida y este es tu tercer intento. Espero no tener que volver a escribirte lamentando una imprudencia humana. De verdad, esta es la "refinitiva".

Mil veces gracias Torito (Aitor, nombre oficial) por formar parte de nosotras.

PD: Y por supuesto GRACIAS a Galgos 112 por darnos la oportunidad de incorporar a nuestro amor el de este carita de lápiz que por momentos semeja "Batman" (cuando lo miramos pensamos que si hablase diría "soy Batman" con ese antifaz tan chulo que tiene en la cara y ese tono de voz tan característico de las pelis de Nolan)

mércores, 12 de decembro de 2018

Miércoles Reflexivos III

Se acerca la Navidad, el ambiente empieza a estar sobrecargado de ese espíritu consumista. Las luces adornan las calles, en algunos lugares (como en Vigo) llegan incluso a deslumbrar al personal, la gente se lanza como loca a comprar a las tiendas como si los productos fueran gratis. A mí no me gustan demasiado estas fechas pues te acuerdas más que nunca de los que no están y en mi caso falta el principal impulsor de la decoración hogareña, mi padre. Pero no quiero entrar en detalles y aunque no me guste la Navidad, no soy un Grinch... Os deseo que disfrutéis como más os apetezca, en soledad o en compañía, con decoración o sin ella, con luces o sin ellas, con regalos o sin ellos... Cada cual que adorne y amenice estas fechas como más le venga en gana, todo es respetable si no atenta contra nadie.

Hay mucha gente que no le basta con comprar objetos como parte de los regalos que se intercambian en estas fechas, hay quien sin pensarlo mucho decide regalar una mascota. Aquí es donde entro yo a opinar y cada cual que haga su reflexión en casa:

Las mascotas no son objetos, por eso no deberían regalarse alegremente.
Las mascotas son seres vivos con necesidades de todo tipo: comen, beben, socializan, juegan, saltan, arañan, muerden, ladran, maullan, chirrían (todo depende del animal en el que estemos pensando)...

Pensemos ahora en un perro o un gato, las mascotas más comunes a mi parecer. Compramos, o en el mejor de los casos adoptamos, a un cachorro monísmo... bien sea porque Fulanito tiene uno parecido y nos hemos puestos envidios@s de lo "chulífero" que resulta o porque nos encaprichamos de uno que vimos en el escaparate de una tienda de animales.

Nos encontramos entonces la mañana de Reyes con un montón de regalos y un perrito cachorro con un lazo al cuello delante del árbol. Nuestros pequeños de casa fliparán en colores y le podrán un nombre chulo, serán sus mejores amigos por una temporada. Hasta aquí todo genial, una familia feliz con un perrete feliz y mono adornado con su lazo rojo.

Pasan los días, se cagará y meará por casa mientras no aprenda la rutina de salidas. En el mejor de los casos con cuatro o cinco meses controlará sus esfínteres y la casa permanecerá libre de defecaciones y micciones caninas... Crecerá con el paso de los meses y empezará a jugar con todo, a morder zapatos, zapatillas, ropa, explotarán los hermosos cojines del sofá... El perrito dejará ya de ser tan adorable y empezará a mosquearte un poco. Gastos de vacunas, chip, consultas veterinarias, comida... Deberás dedicarle tiempo y según qué tipo de raza sea necesitará más o menos actividad, pero desde luego un cachorro de cualquier raza necesita movimiento, eso tenlo claro... Los más peques de la casa verán como su amigo de cuatro patas se vuelve más movido, le arañará jugando, puede que le muerda con esos dientecillos de aguja que tienen los cachorretes hasta que los cambian hasta que aprenda a ser más delicado... En general los perretes son bastante listos y aprenden a adaptarse según con quién toque jugar, pero hay alguno que tarda más... te enfadarás con él porque hará llorar alguna vez al peque de la casa y el perrete te mirará sin saber qué ha pasado con la cabezita de lado. Pero puede ser peor, te romperá el móvil en algún descuido porque adorará morder cosas... robará la merienda al enano e intentará comerse su comida en algún descuido, el pienso a veces les resulta aburrido. El perrete necesitará socializar con otros congéneres caninos y querrá correr y jugar con ellos, tendrás que buscar un parque donde soltar al perro y enseñarle que aquel perro grande con pinta de malote no hace nada y evitar así que tenga miedos absurdos a otros canes de mayor tamaño... también tendrás que corregirlo si se pasa de vueltas con el pequeño del parque y evitar que entre en conflicto con más perretes si quieres crear un buen ambiente en el lugar de esparcimiento. Ah, se me había olvidado que DEBES RECOGER SU MIERDA, cuando sales a la calle y tendrás que aguantar que la gente te increpe porque no le gustan los perros. Tal vez alguien te llame la atención según el perro esté cagando por si se te olvida recoger el pastel y aunque acostumbres a hacerlo llevarás algún toque de atención antes de que la caquita toque el suelo. Otros niños se acercarán a tocar al perrete mientras es ese monísimo cachorro de anuncio, tal vez cuando sea grande le tendrá miedo sólo por su tamaño...

Te pasarán mil historias más que en muchos casos no será buenas, no voy a contarte la parte buena de todo esto porque si al leer esto ya te estás cansando, NO ADOPTES y por supuesto NO COMPRES una mascota. LAS MASCOTAS SON SERES VIVOS, NO OBJETOS y como tal tienen unas NECESIDADES que si no estás dispuest@ a asumir es mejor, por el bien de todos, que no te hagas con una.

Si pese a todo esto que te cuento sigues pensando que te gustaría tener un perro o un gato. ¡ADOPTA, NO COMPRES! Con un pequeño gesto puedes cambiarás dos vidas, la del ser que adoptas y la del hueco que deja este para que otro de la calle adopte su lugar. SEAMOS DUEÑ@S RESPONSABLES.


martes, 11 de decembro de 2018

Perdendo a fe?

Hai días nos que custa creer na humanidade da xente e hoxe é un desos. Hai algúns días comecei a escribir un conto no que un can nos contaba a súa aventura dende que o mercan na tenda ata que vai a unha casa con unha familia. Non o teño esquecido, está a medias na miña mente... pero se hoxe tivera que escribir o final desa historia remataría moi mal e non quero darlle un destino tan triste aos animáis da miña historia.

Hoxe leín nas redes sociais un par de historias que me tocaron a fibra, unha señora tiña na casa varios cans en malas condicións e un colgado dunha soga na provincia da Coruña, se non recordo mal en Ferrol. Despois leo que un can estilo cócker morre esta noite polas condicións nas que foi atopado na clínica de unhas coñecidas. Eso sumado a que estou sensible e algunha outra nova que leín por aí me minan o espíritu e síntome sin fe na humanidade.

Plantéxome moitas veces se o ser humano non será en realidad un ente sen escrúpulos nin alma por como trata aos animáis do seu entorno. O que non pega tiros por diversión nesa actividade que chama caza, acoitela e patea a un xabarín xa ferido. Outros cravan bandeiriñas e estocadas a touros nunha paraza redonda chea de xente a compás de un "OOOOLEEE"... é mellor que non siga falando pero en fin... menos mal que mañá será outro día e tal vez teña mellor ánimo ou mellores novas que ofrecervos máis que un desafogo pesimista. 

Non perdades a fe no ser humano, hay pequenos seres anónimos facendo pequenas cousas para cambiar este mundo que por momentos se me antolla tan feo.

mércores, 5 de decembro de 2018

Mércores reflexivo II

A fin de semana pasada ocorreron varias cousas no estado español. Para a desgraza de calquera causa pro-dereitos (das mulleres, dos animáis, dos inmigrantes ou do colectivo LGTB) a ultradereita entrou un partido que non quero mencionar no panorama político andaluz. Non quero entrar a facer unha valoración política nin social do asunto pero dende a perspectiva da causa que defendo neste blogue me parece un paso atrás pois esta xente pretende blindar as activades de caza e tauromaquia (noutras palabras o maltrato hacia un determinado animal). Tendo en conta dúas cousiñas de nada:
  • que moitos dos lebreles rescatados proveñen dese lugar
  • que o presidente dese partido ao que non mencionaremos é cazador orgulloso e galgueiro recoñecido
  • que ata o momento xa tiñamos dificultades á hora de recurrir ás autoridades ante certos casos de abandonos/maltratos/asesinatos
Preséntasenos un panorama ainda máis duro no momento que estos partidos rancios que seguro gobernarán Andalucía, daranlle maior amparo legal a persoas que teñan por afición maltratar animais. Pero por sorte para os nosos caralápis e para desgraza desta xentuza, seguirá habendo persoas anónimas que sigan crendo que os animáis teñen dereito a unha vida digna, que rescatará e axudará a estes animais e seguirá loitando porque as cousas cambien a mellor. Xa o di Galeano: "moitas pequenas persoas facendo pequenas cousas en lugares pequenos cambiarán o mundo" así que ánimo, non decaigamos da nosa ilusión de axudar con calquera xesto. Vou facer unha última reflexión política que resume todo esto que sen entrar en profundidade vos quería trasmitir: "se @s andaluces que foron votar o pasado domingo foran dinosaurios, votarían polo meteorito".

E cambiando do tema político a un tema algo máis agradable pero non menos importante que non se vai moito deste marco animalista deste blogue. Esta fin de semana estreouse en Vimeo o documental "Yo Galgo", un filme que pretende recoller con elegancia e sen levantar demasiadas ampollas a realidade dos nosos amigos lebreles. Recoméndovos ver o documental, a fotografía e a banda sonora están xenial e xa so por eso merece a pena, en contido quedoume curto e creo que está pensado para non ofender demasiado a eses colectivos que tratan aos galgos coma se fosen mercadorías.

domingo, 2 de decembro de 2018

Amigos Comprados. Capítulo II

Me gustaba mucho ir en el coche con mi familia y en aquella primeras vacaciones de Semana Santa nos fuimos de vacaciones a casa de la abuela, allí no podía dormir en la cama con Bruno y me dejaban en una caseta donde estaban las herramientas del jardín (que poco me gustaba aquel lugar). Las noches en casa de la abuela no gustaban, me pasaba gran parte del tiempo llorando y gimoteando para ver si alguien venía a rescatarme y llevarme a su cama pero como estaba alejada de la casa y alrededor no había muchos vecinos (era una casa de campo en el medio de no se sabe) podía aullar que nadie vendría a sacarme de allí. Por suerte los días eran más agradables, todo el día en el exterior, en el campo, en el monte... me lo pasaba pipa correteando con mi amigo Bruno o detrás de una mariposa, cualquier excusa era buena para ejercitarse. Pronto comprendí que si por el día corría mucho y me cansaba por la noche me quedaría dormido como un tronco y la estancia en la caseta de las herramientas parecería más corta.

Fue pasando el tiempo y yo crecí, aprendí todas las reglas de casa y ya no hacía "mis cositas" en casa, causé algún desperfecto en casa (algún cojín explotado, algún que otro zapato roído, peluches...) pero Bruno se reía con mis trastadas, a sus padres no le hacía mucha gracia y yo ponía mi carita de "ha sido un accidente" (sentado, cabeza gacha, mirada perdida y gimoteo de perdón). Salía dos veces al día a dar un paseo por el barrio pero me encataba ir al parque donde veía a los otros amigos de Bruno, todos querían darme mimos y se turnaban para lanzarme la pelota... Era maravilloso y cada vez que íbamos allí llegaba a casa agotado...

Pasaron los meses y el verano llegó, a Bruno lo mandaron a un campamento y yo me quedé en casa con sus padres. Ellos eran unos adultos bastante ocupados y me sacaban una vez al día a pasear, el resto del tiempo me lo pasé en el jardín donde jugaba yo sólo con las pelotas de tenis que me habían dejado  a veces alguna mariposa deambulaba por allí y yo la perseguía. Era lo que se dice un perro feliz aunque echara de menos a mi mejor amigo, sólo fueron tres semanas pero a mí me pareció una eternidad. Esos días entre mariposas y pelotas traté de hacer algún agujero en el jardín, la bronca que me calló no os la podéis imaginar, pero la técnica de la carita de "ha sido un accidente" cada vez surtía menos efecto en el padre de Bruno. Un día me dio en el culo con un periódico, el dolor no fue demasiado pero el ruido del golpe me asustó mucho... me fui a al porche de la casa y me quedé pensando en el agujero que había hecho... ¡echaba tanto de menos a Bruno! Cuando él no estaba no me llevaban al parque a correr con los amigos y no jugaban conmigo a la pelota, aunque trataba de entretenerme, por momemtos me aburría.

Burno llegó del campamento con un brazo en cabestrillo, se ve que una mala caída le había fracturado un hueso y el médico le había puesto aquel tinglado para llevar el brazo pegado al cuerpo. Corrí hacia mi amigo con alegría y él corrió hacia mí, me abrazó y me sentí feliz otra vez. Nos dirigimos al interior de la casa y para mi sorpresa los padres de Bruno no me dejaron entrar:

- A partir de ahora Pupi dormirá en el jardín, se ha estado portando mal en casa y destrozando varios de mis zapatos de piel - dijo el padre a Bruno:
- ¡Nooo! - exclamó mi amigo - No puedes hacerle eso, Pupi es mi amigo y compañero - se giró hacia la madre y le dijo - ¿Puede seguir durmiendo en casa mi perrito?
- Bueno, dejémosle hoy y a ver cómo se porta - dijo buscando un gesto de aprobación en su marido que no puso muy buena cara.

Por fin dentro otra vez, deambulé por la casa siguiendo a mi amigo Bruno. Él se sentó en el sofá y miró extrañado un paquete con papel de regalo que estaba sobre la mesa.

- Mamá, ¿y esto? - preguntó señalando aquel regalo - ¿De quién es?
- Es tuyo, por tu caída y por lo bien que te has portado en el campamento - y le guiñó un ojo en gesto de complicidad.

Bruno se bajó del sofá y yo me acerqué a olisquear aquello, no me daba buena espina pero mi amigo estaba emocionado. Como buenamente pudo y con una mano abrió aquel paquete:

- ¡Una tablet! Justo lo que quería - gritó emocionado, empezó a corretear al rededor de la mesa y a saltar en el sofá - Una tablet, una tablet.... - Me lo enseñó como si yo comprendiera lo que era aquello y lo miré ladeando la cabeza. - ¿Podemos abrila? ¿Podemos abrirla? - la emoción era enorme y yo me contagié, cogí el lazo del regalo y empecé  dar vueltas a la mesa mientras Bruno saltaba en el sofá.

- ¡Ya vale! - gritó el padre - Puedes abrirla pero relájate, mira como se ha puesto el perro de alterado - se giró hacia mí y me gritó más fuerte - ¡Quieto ya! ¡A tu sitio! - y con la cabeza gacha sin dudar un momento me fui a tumbar a mi cama.

Me quedé mirando como padre e hijo desempaquetaban la dichosa tablet. Bruno estaba emocionado, y en cuanto tuvieron lista la tablet se sentó en el sofá y se puso a jugar. Después de un rato sin seprar la vista de aquel objeto tecnológico me acerque a Bruno despacio, su padre había ido al despacho a seguir con sus informes y la madre estaba leyendo. Puse mi cabeza en el regazo de Bruno que seguía concentrado en la pantalla, para mi sorpresa me apartó con la pierna. Volví a intentar llamar su atención, fui a por mi hueso de goma y se lo puse en el sofá, él ni lo miró. La maldita tablet había absorvido toda la atención de mi amigo así que me fui con el hueso a otra parte, se lo llevé a mi lectora favorita y se lo dejé a los pies, me senté delante y gemí suavemente para que apartara su vista del libro, me miró y sonrió. Se sumergió de nuevo en la lectura y yo le acerqué más el hueso hacia sus pies y volví a gemir, Lidia (que así se llamaba la madre de Bruno) apartó el libro, marcó la hoja en la que estaba y levantó, abrió la puerta y lanzó el hueso al jardín. Salí corriendo tras el y para mi sorpresa a la vuelta me topé con la puerta de casa cerrada, traté de arrañarla y gimotear para pedir que me abrieran pero no tuve éxito. Me quedé en la cama del porche de la casa mirando al infinito con mi hueso de goma entre las patas.

Anocheció y nadie pareció percatarse de que yo estaba fuera de casa, traté de llamar la atención de los humanos rascando la puerta y gimoteando pero nadie abrió. Resignado di unas vueltas por el jardín, miré al lugar donde días antes había hecho un agujero enorme que ahora estaba tapado con tierra, ladré un rato y corrí haciendo círculos para entretenerme. Empezaba a tener hambre y recordé que había escondido un hueso en la esquina de la puerta trasera del jardín, fui hasta allí y para mi sorpresa alguien se había olvidado de cerrar. Me aventuré a salir de casa de mis dueños, merodeé por el barrio pero no me encontré con ningún humano (debe ser que le tienen miedo a la oscuridad y no salen al ponerse el sol). En mi paseo por el barrio me despisté y perdí la noción del tiempo y de la ubicación, sin querer aparecí en el parque donde Bruno y sus amigos jugaban siempre conmigo pero al ser de noche no hay ni un alma. Continué paseando sin mirar atrás, temeroso de las cosas que me deparaba esta villa...